Julio 07, 2009
Es muy fácil de lograr. Cualquiera puede hacerlo. Tan solo una hoja, un lapiz, algún manojo de palabras aprendidas por ahí y listo. Así de simple. Bueno, en verdad no. De sencillo no tiene nada. Empecemos por la hoja. Una hoja en blanco. Lisa, cuadriculada (la que estoy usando es así) o rayada. Dispuesta a lo que uno quiera. No se queja. Todo lo acepta y alienta cualquier idea. Viende de una pasta, que se fabricó gracias a un árbol. Un árbol. Madera, (h)ojas, raices, vida. Que fue talado, masacrado, trasladado, manipulado, empaquetado y entregado a quienes crean poder pagar el precio fijado. Por qué es que tenemos esa necesidad de escribirlo todo? Dejar prueba de que alguna vez en algún momento pensamos. O simplemente anotamos un recordatorio. Martes 3 y media dentista. Roberto gasista llamar. 1 kilo de papas arroz y cerveza. Y qué culpa tenía el pobre árbol aquel que hoy mancho de azul? Seguro que ninguna. Perdón árbol. Juro que lo seguiré haciendo. Al menos hasta que empiece a cambiar tu piel por la mía. Eso sería justo. Pero soy muy vago para bañarme tan seguido. Perdón árbol.
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