lunes, 17 de agosto de 2009

...In my own ashes I am standing without a soul...


Fijate nomás, fijate como todo queda marcado. Sí, todo. Hasta esa vez que nada hiciste, eso también quedó. Y así se va armando, de a poco, el mapa que muestra como encontrarte, o encontrarnos, según se mire.
Y claro, dirás, que ya lo sé, que con eso a otra parte. Pero no, es aquí y ahora. Marcándose está y no puedo detenerlo, solo cambiarlo. El tiempo se agota y yo ya no sé que hacer, mirá. Lo pienso, lo analizo largas horas, pero nunca llego a nada, ninguna conclusión convincente de que sí, de que está bien, hagamos esto o lo otro. Digo hagamos por esa pluralidad que encierra una persona, no porque se trate de alguien más.
Es algo gracioso el poder planteárselo, poder razonarlo, vislumbrar posibles salidas, soluciones, y aún así solo reafirmo la imposibilidad de llevarlo a cabo.

Salgo a la calle (suponiendo que esto que llamo "calle" acaso existe) y veo esos esbozos de muchísimos mapas distintos entre sí, no los conozco realmente pero me gusta creer que no somos el mismo planisferio, con o sin división política. Y si me detuviese en frente de alguno de esos tantos que desfilan, ajenos a mi, entonces aprendo, entonces me mezclo y dejan su huella en m., y aunque nunca supe bien en donde es que esta queda, oí decir por ahí que las cosas se nos van grabando en el alma. Ese alma que jamas vimos pero que sabemos esta bien dentro nuestro, quizás en algún rincón olvidado entre alguna vertebra o algún menisco, según el individuo.
La busqué varias veces, a contraluz, radiografías, extracciones de sangre, pero no logro dar con ella. Tal pareciera que solo podemos conocer el alma de los demás, una simple mirada a los ojos bastaría, pero aun cuando utilicé un espejo lo único que alcance a ver son dos pupilas negras envueltas en quien sabe que.
Por eso solo me queda ese mapa, mi mapa, que no debe ser lo mismo, pero a veces me ayuda a encontrarme, y eso a veces alcanza.

martes, 11 de agosto de 2009

...Yet I'm draped in pale withering flesh...


Se derriten mis manos, otra vez se escurre mi piel en la tinta, se pinta otra pared con sangre. Bajo la mirada y despierto de mil sueños mientras caigo en incontables mundos, diferentes realidades. Agoto todas mis posibilidades, derrumbo las paredes de mis ojos y me infecto de verdades. Respiro profundo, lleno mis pulmones con carbón y brea, tapizo mi nariz con humo y cemento. Mis manos ya hundidas en la tierra, tomaron un color negro oscuro, y no vuelven a mi, no se dejan ver. Me desespero, grito, lloro y quiero arrancarme el pecho, pero esas manos, ya muy lejos, remarcan que no es posible.
Desenredo lo que me queda de pensamientos, buscando una idea, una salida a este estado que no logro identificar. Escucho que alguien susurra, con aire pesado, “La salida está allá afuera”. Me río, porque creo haberlo comprendido y me parece absurdo… “…pobre imbécil, completamente ciego y perdido…”
Busco en mis bolsillos, hurgando con las puntas de mis pies, alguna solución a esta situación. Me retuerzo como un trapo viejo y alcanzo. Intento adivinar el contenido, pero fallo. No logro sacarlo a la vista y siento una repentina furia. Casi instantáneamente mis ojos explotan, manchando todo de un espeso humor gris. El dolor es algo del olvido y no me molesto en recordarlo. Escucho mi sangre caer en grumos por las paredes de mi cuerpo. El olor es nauseabundo, como a piedras muertas. Intento respirar despacio, para filtrar las inmundicias, pero el aire se vuelve espeso y comprime mis pulmones, los carcome y digiere, transformando todo en cenizas, claros copos mal habidos que atraviesan mi piel como filosas agujas oxidadas.
Enmudecido del horror, me sumerjo en el más profundo de los silencios, regreso al comienzo, evoluciono a la nada, ya soy polvo otra vez.