domingo, 9 de mayo de 2010

Abril 27, 2010

Pensar en escapar, tropezar, no es más que una forma de empezar. Sacudirse hasta que centrífugamente se suelten de nuestra piel todas las escamas de lo que nos detiene, lo que nos aferra estúpída y concensuadamente al suelo. Suelo, ese lugar, ese plano inerte en el que tan cómodamente nos dejamos caer. Caer, caer y caer. Ni siquiera un avance, hacia lo más profundo, tal vez. Ni siquiera el mínimo avance hacia cualquier lado. Ahí. En el piso. Estático y estúpido. La fuerza no es suficiente, las escamas no se despegan. Y otra vez la noche, otra vez afuera...

2 comentarios:

  1. Te espero para pasear por las nubes. Donde el aire parece alivianarse, fuera del smog.

    Abrazo grande, Bob.

    Necesito de un birra.

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  2. Parafracios 1:7
    Y él habló a la multitud, "Yo soy Veber, aquél que no ha multiplicado ni los panes ni los pescados, aquél que no camina sobre el agua, pero navega sobre ella, aquél que diseñará las casas flotantes en las que vivirán cuando el Todopodersoso envíe las inundaciones y se nos llene de preguntas el orto(*)". Y la multitud enardecida de las tierras magras de Parafrací lo elevó en alabanzas y todos cantaron y comieron y bebieron y se mamaron. A partir de esa noche, meses despues, se había concluido el milagro de la multiplicación de las personas.
    (*) Orto: palabra de los bajos del Parafrací que devino en el orto romano y de allí a la voz latina 'huerto'.

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