viernes, 16 de octubre de 2009

...A delusion made me stronger...




Octubre 16, 2009


Fui testigo de algo perturbador. No sé bien por qué se me eligió para presenciarlo, pero así ocurrió. Sentado en un café, tomando mate, leyendo un libro... nada extraordinario hasta aquí. Una pausa, la busqueda de alimento. Me dispongo a degustar el tostado que el mozo dejó en la mesa, cuando sucedió. Sin que yo hiciera más que masticar y tragar, veo, súbitamente y con horror, como una de las hojas de mi libro se desplaza en sentido contrario a mi lectura. Ahora bien, he visto hojas ser volteadas por el viento en ocasiones, pero esto era otra cosa, era evidente.
Tratando de hacer caso omiso a lo sucedido, dejé caer mi sandwich en su plato y aplasté con la palma de mi mano la hoja, antes de que finalice su recorrido, como si esto me asegurara que no se repetiría. Satisfecho con el resultado, me volví a mi café, a modo de celebrar mi victoria. Contemplé por un rato el contenido de la taza, analizando lo sucedido. "No fue nada, solo un hecho aislado", me digo en un intento de concluir con esta situación.
Algo más relajado, dejo el café para volcarme nuevamente a la lectura. Avanzo una página, dejando atrás la confusión y retomando mi normal vida. Leo una, dos, seis páginas, y nada. Y nada? Acaso espero algo más que lo que esta impreso? Ya basta. Eso quedó atras y yo vencí. Busco en la ventana algo que me distraiga... los colectivos con sus frenos chirriantes y bocinas muertas me aburren, pero funciona, me alejo de aquella locura.
En el preciso momento en que el mozo comprende mi seña y comienza a actuar como si de un efecto dominó se tratase (del cual la única conclusion posible es mi entrega de dinero a cambio de lo consumido), dos páginas enteras, mugrosas cómplices del demonio, vuelven su espalda y pecho a la realidad y se trasladan hacia su lecho anterior, del cual yo las había sacado. Es claro, se burlan, saborean su juego, disfrutan mi desdicha. Nadie parece advertirlo, miro alrededor buscando ayuda, pero todos los presentes siguen absortos en sus pequeñas realidades, completamente inconscientes de los terribles acontecimientos que tienen lugar en mi mesa. Comprendo que estoy solo y que de mi depende solucionar esto. En un rápido movimiento arranco un manojo de hojas, las suficientes para asegurarme que las invasoras fueran extirpadas. Las siguen al piso el libro mismo, el cual bautizo con agua hirviendo y acribillo con la suela de mis zapatos. Enajenado, me encuentro sumido en una danza diabólica, pedazos de papel que vienen y van, revoloteando al compás del frenesí que mis golpes marcan en el suelo. Mi entorno se vuelve difuso, no puedo diferenciar los objetos que me rodean, siento mis pupilas hincharse y la luz cegarme.
Alguién toma mi brazo e intenta contenerme. Con una fuerza hasta entonces desconocida, me libero bruscamente de aquello que me apresaba, tomo rápidamente mi bolso y mis cosas de las mesa y con alaridos de sana locura abandono aquel recinto, abandono aquel maldito libro, abandono aquellas terribles hojas, fieles colegas del demonio.
Aún aturdido, me adentro en la noche, calles de ciudad que poco a poco voy recordando. Todo sigue igual, nada ha cambiado... al menos para ellos, si es que realmente hay alguién más allá de uno mismo. Difícil es concentrarme ahora, he sido testigo de algo perturbador...

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